“Nadie nos quita lo bailado”, así dice el dicho haciendo alusión a que los recuerdos son solo nuestros y eso nadie puede arrebatarnos, es así que Marina Seresesky nos cuenta una narración casi bordada a mano al ritmo del tango añejo que es tan típico de la antigua Argentina.

El largometraje de drama y comedia, de 98 minutos, cuenta la historia de Carlos (Darío Grandinetti) un anciano retirado que hace muchos años vive en España, un día recibe una llamada de un viejo amigo llamado Pichuquito (Jorge Marrale), quien le dice que su antigua pareja de baile Margarita (Mercedes Moran) se ha suicidado, es entonces cuando Carlos regresa a Argentina y la cinta deja entre ver paisajes icónicos del gran Buenos aires, carreteras de Rosario y Mendoza. Al llegar al homenaje póstumo, Carlos se reencuentra con Pichuquito quien lo lleva a la que un día fue casa de Margarita y ahí Carlos descubre que ella no murió, sino que fingió su muerte con la finalidad de hacerlo regresar a Buenos Aires, además le revela que ambos tienen un hijo de aproximadamente 40 años, el cual vive en Mendoza y Margarita tiene el anhelo de conocerlo. Entre idas y venidas Carlos acepta y se suma a la aventura con los otros dos ancianos, ya que el viaje lo realizan por carretera, en una antigua y destartalada furgoneta, la misma que utilizaban antes para sus giras ya que Carlos y Margarita fueron considerados la pareja de tango más famosa de su época, es así como vemos a los tres ancianos recordando viejos momentos, peleando ocasionalmente y la trama nos muestra que tanto Margarita como Pichuquito tienen más secretos que confesarle a Carlos, los cuales dan un giro en la historia.

El tema central sin duda alguna es la vejez, la misma que conduce a la nostalgia cuando vemos que el antiguo club de barrio ahora es una pista de patinaje, sentimos la melancolía con algunas piezas de tango de Astor Piazzolla, además que Pichuquito maneja frases que son letras típicas de tango, igualmente podemos observar un choque generacional con una pareja tóxica, la cual tiene una forma distinta de ver la vida, asimismo contemplamos el olvido, con hoteles añejos y vacíos, percibimos de igual manera la senilidad al estar compuesta la película con un elenco, en su mayoría de tercera edad, (cabe recalcar que muchas veces los actores de tercera edad ya no son rentables para la industria cinematográfica, pero en Empieza el Baile, ellos son una riqueza de actuación) y  finalmente vemos un viaje, un viaje bastante lento que tiene varias paradas, el cual hace referencia al viaje que todos recorremos cuando envejecemos, es el viaje de la vida.

Es interesante el título de la obra ya que en Empieza el Baile, no se baila, al menos no de manera física, la idea es contar una historia que va a un determinado ritmo, el cual va entre risas, asombros, tristezas, ternura, entre otros, todos estos sentimientos componen un tango perfecto, es ahí cuando empieza el verdadero baile y seguirle el paso es lo único que podemos hacer.

Escrito por Raquel Ramos Thompson